Un deseo

 ¿Eres tú, la que me invadirá la ciudad donde habito, llamada Miedo? ¿Serás tú quien me arrebate el sueño? 

Dices no conocerme pero tengo la sensación de que eres la única persona capaz de entenderme. Sólo tú conoces el secreto de este mecanismo que reside en mi cabeza, la única persona que sabe sacarme de quicio para molestarme y con la que tengo la extraña sensación de querer, incluso desear que me saques de quicio todos los días de mi vida. Dices no conocerme pero eres exactamente igual que yo, atravesando las mismas mareas, matando a los mismos monstruos, hundiéndonos en las mismas arenas movedizas, tropezando con las mismas piedras... Dices no conocerme pero me conoces de sobra, yo soy tú y tú eres yo, una sola carne, un solo cuerpo formado por dos corazones y dos cerebros que encajan como un mecanismo preciso. 

Existe un mito bastante antiguo, se remonta a los Asirios, habla de un Genio o “Djinn”. Estos seres, en la mitología árabe, eran capaces de conceder tres deseos a aquellos que portaran su recipiente o vasija. A veces pienso en ti como aquel genio que es su propio amo y su vasija es su propio corazón. Pero los más fascinante es que sin deber nada a nadie concedes deseos a cualquier persona buena que se acerque a ti, sin límite de deseos, sin escapar al cumplir tu tarea. Eres diferente a todo lo que conozco, un bicho raro, alguien que no encaja, por eso resaltas para mi como nadie más ha resaltado, no es solo física, es química, química pura que desborda por todos lados. Si fueras ese genio solo te pediría un deseo, arrebatarme el miedo a amarte. 

Allá donde estés, iré, ya no volveré a irme nunca más, te he encontrado en la autopista que va dirección al olvido en mi alma y debes dar media vuelta pues si es verdad el mito, frotaré tu corazón con mi mano y te pediré ese único deseo Genio de la lámpara, dama de la guadaña de mis miedos...


Firmado Cuervo Blanco 

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