Plaza de San Marcial
En el mismo banco de
siempre, Él un enamorado que tiene miedo a amar, Ella una soñadora que tiene
miedo a volar.
Se conocieron sin
querer, sin querer queriendo....
Él capaz de todo sin
querer hacer nada, pólvora sin llama.
Ella abriga en su
interior un poder que jamás ha soñado, se cubre de inseguridad pero en su alma
habita la energía del incansable sol, ella es llama sin pólvora.
Él tenía un prototipo de
chica ideal, "prototipo" curiosa y fría palabra para describir el Aura
que dará de nuevo luz a tu vida, por eso yo creo que jamás acabamos abrazando a
los "prototipos", siempre viene alguien que te rompe los esquemas, te
rompe las ideas y eso le pasó a Él, en su cabeza un volcán de ideas que se
caducan por miedo a sentir, ata al corazón con una soga y le condena a muerte
por el crimen de haber amado erróneamente a la mujer que le destrozó su frágil
mente.
Ella, cascadas de agua
fría en una primavera dulce, sin miedo a ser quien es, sentimientos sin chaleco
antibalas, abrazos sin escudo, palabras sin paraguas, iba mostrando todas sus
cicatrices, al natural, creía ser débil pero su escudo era su corazón, su
Pointe Du Hoc.
Él, al principio no
tenía miedo pero algo le cambió, jamás volvió a ser aquel niño, jamás volvió a
quitarse la máscara, creyó ser fuerte pero sufrió un desembarco en la Normandía
de su alma, un día D en su corazón. ¿Se hizo fuerte? No, simplemente se puso
una armadura tras otra, tras otra... y roció sus heridas en gasolina para
prenderlas fuego como un pirata muestra su bandera. Por dentro seguía siendo el
mismo, pero temía enseñar sus heridas para curarlas, tenía miedo a otra guerra,
cuando en realidad solo quedaban cenizas mojadas y marchitadas de aquellas
historias.
Ella y Él dos polos
opuestos, luna y sol, cielo y tierra, paz y guerra.
Es triste ver a un
enamorado que ha perdido las ganas de amar, pero Ella, ella era un taladro de
diamante capaz de agujerear cualquier obstáculo aunque ella todavía no lo
sabía.
Cuando se conocieron el
era un toro herido suplicando una muerte rápida, respiraba tan fuerte que su
pecho se agrietaba, sus ojos enrojecidos y su mirada era triste y suplicante.
Aquel día, no recibió
muerte, recibió vida, cada detalle hacía que aquel toro recuperara fuerzas como
si no tuviera el dolor de veinte espadas, aguantó en pie y ella lanzó bandera
blanca ante aquello que le hacía daño.
Él, juró ser su escudo
si a cambio ella era capaz de destruir el suyo, su coraza, capaz de entrar en
el laberinto de su rompecabezas y resolverlo.
Y así empezó todo, sin
querer queriendo, en el banco de siempre de la Plaza de San Marcial, dos
novatos en la vida curando mutuamente sus heridas, enseñado sus cicatrices,
ella taladro de su alma, él chispa de su vida, no se amaban, ni pretendían
hacerlo, pero cierto día, como si de un espasmo mental se tratara, sintió como
si unas ganas de besarla se apoderaran de él, se asustó un poco pues se dio
cuenta que se estaba enamorando de alguien que no era su "prototipo"
pero que rompió con todos sus ideales, rompió sus esquemas y como de un virus
se tratara se coló en su cabeza proyectando imágenes de su futuro con ella, lo
cual se resumía en felicidad.
Eran polos opuestos
unidos en la cara oculta de los extremos. Eran lo que cada uno no se atrevía a
ser.
Fdo. Cuervo Blanco
¡La comparación que haces con el toro es una pasada! Muy currado.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias! :)
EliminarUn placer volver a leerte después de años
ResponderEliminarEyy!! Muchas gracias Carlota, seguiré por aquí dando guerra jaja
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