Tú.

Todavía recuerdo el día que me enamoré de una estrella fugaz. Todavía guardo en mi retina la estela deslumbrante que dejó cuando cierro los ojos. 

Fue tan fugaz que a día de hoy no sé si se trató de un sueño o de una pesadilla benévola. 

Tú, que excavaste, como si de arqueología se tratara, porque creíste que en el fondo de este mar de dunas, aún existía el latido de un corazón apagado. 

Tú, que con un beso resucitaste un latido, una vida, el color de los ojos de una persona que veía en blanco y negro la vida. 

Fuiste tan intensa y breve como una tormenta de verano, que destruye y ahoga los campos. 

Tú, que encontraste al niño perdido que habita en mí, le robaste los miedos y jugaste con él como nadie lo había hecho antes. 

Tú, que juraste amarme, te fuiste, sin motivos, sin razones, sin excusas. 

Fue precioso verte en el firmamento, destacando por encima de otras estrellas, pero prefiero una luz que nunca se apague, que un amor que arrasa con todo y desaparece en medio de la nada. 

Tú, que pensaste que era un trofeo, una cabeza de león en tu salón, un juguete con el que pasar el tiempo, no me has destruido. 

Y gracias, porque nunca más volveré a enterrar mi corazón, ni castigaré al niño que llevo dentro por querer amar. Ahora entiendo que no se trata de esconder quien soy, ni qué siento, y tampoco encerrar la parte de mí sensible o como yo digo, el niño que llevo dentro. 

Se trata de enseñarles a no tener miedo por las heridas que puedan sufrir. 

Aunque mi corazón ya tenga unas cuantas cicatrices, son anécdotas, son medallas, son mis triunfos. Y no debo enterrarlo bajo un desierto árido y solitario. 

Y tú, querido niño, ¿cuántos años llevabas atrapado? ¿Cuántas veces te he castigado por intentar despertar al perezoso de mi corazón? ¿Cuántas veces te he encerrado por intentar volverme vulnerable? 

No, ya no, necesito un corazón vivo para poder latir. Necesito a ese niño risueño para poder ser yo. Porque nunca fui un ser hielo, ni quiero ser una estrella fugaz en la vida de nadie.

Quiero ser la estrella que alumbre a aquellos que algún día se sientan perdidos. Quiero quemar los sentimientos congelados y congelar los buenos momentos a modo de foto para cuando venga otra tormenta de verano, no olvide quién soy, el niño que tenía miedo a ser el mismo. 




Firmado Cuervo Blanco.



Comentarios

Entradas populares