41

El mecanismo se ha puesto en marcha, sin avisar ha empezado a destruir, momentos, sentimientos... ¿Dónde van todos esos recuerdos perdidos? ¿Tal vez exista un contenedor de recuerdos? Ojalá supiera la respuesta, ojalá pudiera ir al inicio de todo, cuando mi corazón daba coletazos, no le importaba nada, y en él no se hallaba vergüenza ni limitaciones, un diamante en bruto, eso era.
Tengo la teoría de que no fui yo quién inmovilizó todo movimiento del corazón, creo que como medio de defensa la mente actúa en casos de extrema emergencia, paralizando todo.
Cuarenta días, eso es lo que mi mente me permite para amar, una cuarentena, teniendo prisionero al sentimiento, y después... Un estado de amnesia, extravío, omisión.
¿Dónde estás? ¿Cómo puedes amar tanto y olvidar ese sentimiento de la noche a la mañana? Te prometo que intento visualizarte, pero no te encuentro en mi cabeza, en mis recuerdos no estás, ¿te has ido para siempre? Te veía tan nítida, vivía cada recuerdo tuyo, volviendo a él una y otra vez, estaba encerrado en una pared de memorias vivas,
Dime ¿dónde estás? ¿son suficientes cuarenta días para olvidar lo que siento por ti? No soy dueño y señor de mi cuerpo, creí haber dominado al corazón, pero era una falsa ilusión, cuando de verdad lo único que debía dominar, era la razón, pues no se puede vivir sin arriesgar, no se puede decir "no salto porque tengo miedo a hacerme daño" sin embargo me hago daño por no saltar. Se necesita algo de locura para alcanzar los sueños más altos, se necesita algo de cordura para saber cuándo alcanzarlos.
Día 41 y no estás, fuerzo mi cabeza para hallarte y nada, sólo veo dos focos verdes, tus increíbles ojos mirándome, pero todo es borroso, mis sentimientos hacia ti son débiles, y temo estar viviendo en la parte final del exterminio, cuando el cerebro mata todo referente a esa persona y entonces, una "paz" se apodera de mí. Tengo miedo, miedo de perder algo que nunca vuelva a funcionar, nunca he llegado a tal magnitud, la mente ha remontado lo que el corazón ha construido. Al igual que el mar no es capaz de abrigar todo el océano, llega un momento que lo retiene y lo retiene, lo quiere para él, pero es demasiado, se cansa y libera todo lo que ha estado guardando. Por eso tal vez se formen los tsunamis, por eso puede más el corazón que la mente. Tengo esperanza de que llegue el momento en el que la mente se canse de nuevo, que libere todos mis recuerdos, sé que no han desaparecido, sé que estás ahí, esperándome.
Pero la razón me dice que no estoy preparado, que no es lo que yo quiero ahora, tal vez no sea tan egoísta, tal vez intente protegerme, proteger mis ideales, él me conoce más que nadie, y sabe quién soy. Siento que desde que nací, tengo cierto parentesco con el mundo animal, el instinto y esas ganas de libertad, de correr, de volar, de nunca mirar atrás. No soy yo quién debe dominarme, será aquella persona, la que me "atrape" y por muchas coces que dé, abrazarme y decirme "todo irá bien". Sentir que de nada vale ya seguir corriendo, si mi libertad reside en sus ojos y mi hogar en sus brazos.
En las copas de un árbol, atravesando ríos, navegando por la alta montaña, alimentándome de los primeros rayos de luz en un frondoso bosque, junto a los ciervos, junto a los lobos, en el punto de mira de un águila, de cierta manera mi parte salvaje arranca de mi tanto razón como corazón, y de momento ese será mi hogar, la madre naturaleza.


Firmado Cuervo Blanco 




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