La última parada

Te alejas del tren, huyes, corres a toda prisa sin pensar, no quieres escuchar aquellas palabras que nacen bajo tu coraza. No sabes ya las veces que te ha salvado, las veces que ha apagado el fuego en tus ojos y tumbado al diablo que todos llevamos dentro. Cuando tu corazón se llenaba de odio, ella era inspiración para la esperanza, un oasis en medio del desierto. Pero te da igual, sigues corriendo buscando cualquier excusa para modificar los recuerdos, desarmar al sentimiento que hay detrás de cada momento. Sabes con toda seguridad que aquella era tu parada, y ahí estabas tú, a la velocidad del miedo, dejando atrás lo que un día soñaste, dejando atrás miles de miradas a escondidas, dejando vacío el asiento de su compañero de viaje, dejas todo por lo que un día decidiste darlo todo.
Parece que el miedo te elimina el cansancio, el corazón es una olla express, entonces te paras, no puedes más, has recorrido varios kilómetros y te tiras al suelo dándole una tregua a tu razón.
No, no quieres enamorarte te repites, pero intentas recordar cada segundo el día que os conocisteis, no quieres caer, pero buscas la manera de tirarte, no quieres soñar con ella pero duermes para poder encontrarla. Te engañas a ti mismo, el miedo te paraliza, tu miedo se traga todo recuerdo, todo sentimiento...
Miras aquel tren parado, esperando a sus pasajeros, lo miras agachas la cabeza con frustración, pues no eres dueño de tu cuerpo y te das cuenta... ¿Tarde?
"Levántate, vamos, reacciona" te repites, esperando que aquel veneno se evapore de tu cuerpo a través de tus lágrimas.
Suena el motor de aquel tren, ya no espera está listo para marchar, entonces sucede, lo que era miedo ahora es valentía, adrenalina, no puedes perderlo, no puedes... Corres mientras aquella máquina acelera, como diciéndote "me he cansado" pero tú eres incombustible así que corres y corres, como jamás lo habías hecho, y desde la ventana está ella, mirando alrededor, buscándote pero con decepción, como la débil llama de una vela que ha perdido fuerza...
Ella lo dejó todo por estar en ese tren, se te olvidó que también tenía mucho que perder, pasaste por alto que no eras el único que lo dejó todo, pero cuanto más lo piensas mas corres, la rabia te invade todo el cuerpo, avanzas más y más rápido, hasta alcanzar la puerta trasera, te agarras y saltas al tren.
Buscas aquella cabina, pero pasa el tiempo, no ves nada, preguntas por ella y nadie la ha visto, su nombre no está entre la lista de pasajeros, como si un mar de dudas la hubiera absorbido, todo era muy extraño, miles de estados chocaban como olas en mis venas...
Y... Recuerdas que ella nunca te dijo que fuera a coger ese tren, el miedo que sentías al huir de aquella parada, no era miedo, era una corazonada, una brújula que marcaba aquello que más deseabas, y ella... estaba en tu veloz "huida", esperando, como siempre.


Fdo. Cuervo Blanco

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