El gran viaje

¿Qué me ocurrió? Simplemente me fui, huí lejos de aquí con la idea de no volver, pensando que borraría todo, pero ahí empezó mi viaje de vuelta a casa. Me fui lejos tan lejos que los recuerdos parecían esfumarse con cada kilómetro, con cada paso. Huí corriendo, todo lo que podían mis cansadas piernas, corriendo como si la tierra se descompusiera detrás mía, como si la propia tierra me quisiera devorar, como si la vida quemase. Llegué a un lugar donde ni su recuerdo, ni el recuerdo de aquellos que quisieron destruirme podían atacar mi cabeza, de repente, un gran silencio perduró en mi cabeza, lo había conseguido, había destruido por el momento aquellos pensamientos, aquellos recuerdos y parecía que por fin podría estar en paz. Pensé que era libre, alejado de todo, alejado de las luces de la gran ciudad, alejado de las noches sin dormir, alejado de los días de tristeza y lágrimas, alejado de todos ellos, todos los que pusieron piedras de tropiezo, todos los que pusieron palabras en mi boca, todos los que se inventaron mi vida, todos aquellos que en un tiempo fueron llamados hermanos. Lejos de esperar que ella regresara, lejos de sus besos, sus caricias y miradas, lejos de su recuerdo imborrable, indestructible como el amor que la tuve. Lejos de aquel día que se paralizó el corazón... Era una noche de verano, de aquellas noches en las que el calor te roba el sueño. Me levanto y salgo a dar una vuelta por un pueblo, un pueblo cuyo nombre no me importaba pues no sabía ni donde estuve, un pueblo sin habitantes, un pueblo vivo por sus árboles, por su gran río, tan lleno de vida y a la vez vacío. Dí un paseo, pensando en todo, pensando en el pasado, en el presente y futuro...
Aquella noche la luna se reflejaba grande y brillante en aquel río, las estrellas también brillaban como si su luz quisiera comunicarte algo, tan joven y fuerte luz. Me acuerdo perfectamente el momento en que cambió todo. Me senté a observar todo lo que me rodea, escuchar el golpe del agua contra las piedras, contra la tierra, escuché el canto nocturno de aquellos animales de la noche. Un vacío enorme, como si dentro de mí hubiera un punto fijo, un punto fijo, un pequeño agujero capaz de absorber todo mi ser, arrancarlo todo y quemarlo todo en un frío vacío emocional. Por un momento llegó el invierno, el río se congeló, el canto de aquellos seres de la naturaleza se silenció, incluso el brillo de aquellas estrellas parecía debilitado. Pero el reflejo de la inmensa luna fue aumentando, hasta llegar a un punto que cegaba, un reflejo precioso en aquel río congelado. Parecía como si las luces de ese gran teatro se hubieran apagado menos aquella luz que enfoca al actor, aquella luz que da protagonismo, y aquella luz me llamaba, me invitaba a llegar hasta aquel punto en el que el reflejo y mi visión se partieran. Me levanté y fui hacia allí, pero al levantarme vi una sombra, parecía una persona de espaldas, justo en aquel punto. Me adentré hasta allí, y el hielo aguantaba el peso, como si de diez inviernos se tratara. Cuando llegué hasta aquella misteriosa persona, le toqué el hombro y era ella, aquella por la que fui capaz de dar mi vida, mi propia vida, aquel amor, un amor sin límites, sin espacios, sin distancias. Estaba allí, sola y llorando, lloraba como si aquel reflejo la estuviera quemando el iris, lloraba profundamente y se giró, me miró. Tenía la mirada de decepción, penar, me miraba como un niño mira a un rey que antaño se cubrió de gloria, un rey que libró mil batallas, victorioso y grandioso fue aquel rey... pero un día todo se vino abajo, aquellos días gloriosos desaparecieron y el rey fue uno más, un vagabundo de una ciudad desolada y destruida, un héroe caído. 
Entonces ella me tocó el pecho, y mi cuerpo empezó a congelarse, no podía moverme, mis músculos paralizados, mi cerebro congelado y el corazón latía a un ritmo frenético. Aquel vacío que sentía parecía que me invitaba hasta llegar a él. En ese momento emprendí un viaje largo, un viaje al centro de mi corazón. Viajé por todas aquellas venas, recorrí aquel río rojo, recorrí cada parte de mi cuerpo hasta llegar a punto de partida. Allí estaba, era increíble, su sonido era como el tambor de batalla, era como un sol latente. Me empezó a dolor el pecho, un dolor desgarrador, como si algo se estuviera abriendo dentro de mí. Aquel gran corazón empezó a abrirse, sí, se abrió una puerta y allí estaba ella invitándome a pasar, mi guía. Entré y vi un mar de ácido, vi aquellos pistones corroídos, abrasados, desgastados. Observé la piel de aquel corazón, vi quemaduras, vi cicatrices, vi heridas sangrando, vi trozos de pistones incrustados en aquel motor. Una bocanada de aire nos sacó de allí, empujándonos bruscamente, entonces aquella puerta se cerró. Siguiente parada, el cerebro. Esta vez escalamos, tuvimos que escalar hasta llegar allí. Cuando conseguimos llegar, un increíble frío nos traspasó la piel llegando a los huesos. Aquella enorme masa parecía haberse achicharrado, como si de un gran cortocircuito se tratara. Esperando que se abriera, pasaron las horas y no había señales de abrirse. Parecía estropeado, roto. Entonces aquel vacío nos absorbió, con gran fuerza tiraba de nosotros, fuimos rápido y sin pararnos llegamos a otro lugar, una gran espiral negra desplazándose y devorando todo aquello que amaba. En esa gran espiral, aparecían miles de imágenes, grandes momentos y momentos terribles, personas que me amaban y me aman, también personas que me odiaban y me odian. Tantos momentos... 
Una fuerte y ronca voz salió de dentro de aquella espiral y decía "Por fin capto tu atención, por fin muchacho, ¿de verdad quieres destruirlo todo? Yo he estado siempre ahí, desde el día antes de abrir los ojos. Soy tu motor, soy tu andar y tu retroceder, soy aquel beso que das y aquel abrazo. Soy aquel que tantas veces le odias, le odias porque no entiendes como es. Piensas que estoy estropeado, desgastado, incluso mayor para la edad que tengo pero no querido compañero. Soy tan joven como tú, es verdad que hemos tenido muchas pruebas, es verdad que los problemas nos han caído encima, como una lluvia de rocas y parecía que nunca pararía, es verdad que aquellas habladurías, aquellas mentiras de aquellas personas, es verdad que me desgasté enormemente y me quemé. Me cansé y puse rumbo lejos de tu hábitat, lejos de tu familia. He sido yo, y soy yo quien enmienda su error, creando este vacío, he trasladado todo aquello en un solo punto. Soy tu cerebro amigo, no estoy estropeado, ni roto, es verdad que necesito recuperarme pero el tiempo sana las heridas compañero. Aquí verás y sentirás todo aquello que quieres dejar atrás, verás quien eres de verdad, quien serás. Corazón y cerebro unidos en este viaje, en tu gran viaje. Atento porque cuando acabe todo, tendrás que tomar una decisión, tu propia decisión. Adiós compañero."
Como si de una película se tratara, mi vida empezó a filmarse, no eran fotos, eran recuerdos vivos, casi podía tocarlos. Desde pequeño hasta ahora, empecé a ver situaciones dolorosas, muy dolorosas, ¿cuántas veces caí contra el suelo? Aquellas situaciones por las que decidí irme y alejarme. Pero todo se paró, todo quedó oscuro y empezó mi gran historia. Como aquel rey glorioso, vi aquellas hazañas, vi aquellas batallas, aquellas victorias, vi a mi familia, mi querida familia, mis padres amándose como siempre lo han hecho y queriéndome como siempre, vi mis hermanos, mis hermanos abrazándome, apoyándome. Un rey con los mejores soldados, eran pocos pero eran capaces de derrotar al ejército más numeroso. Un rey que había centrado su visión en aquello que no merecía la pena, un rey entristecido por las ínfimas y pequeñas batallas perdidas. Olvidé aquellos momentos, aquellas imágenes, las risas con todos ellos, las grandes y memorables situaciones. Me di cuenta, que aquel rey era más fuerte de lo que pensaba, era más fuerte de lo que creía, pues las caídas le hicieron robusto, capaz de todo, sin miedo, noble y honesto. A pesar de las caídas y los comentarios nada me pudo cambiar, nunca, nada pudo hacerme cambiar, su palabrería era como agua en el desierto, cada una de ellas me hacía más fuerte, cuando aprendí a ser fuerte. ¿Cuántas veces me levanté de nuevo? Había huido, pero esa no es mi naturaleza, aguantar firme la exposición al caos hasta que se pase todo, proteger y salvar aquellos que lo necesitaran. 
Todo aquello me recordó quien era y lo que había luchado para llegar donde estaba. Estaba decidido a regresar, con firmeza parecía que mi corazón volvía a latir, mi cerebro volvía a funcionar y la fuerza volvió una vez más a mí. Faltaba tomar la decisión, dije que quería volver, que desapareciera. Devolviendo todo aquello que había recorrido las imágenes volvieron al cerebro y las palabras fundadas en grandes sentimientos volvieron al corazón. 
Volví a la normalidad, estaba empapado pues aquel hielo se despegó con el intenso calor de mi cuerpo, aquel sol latente estaba deshaciendo aquel estado congelado. Cuando pude moverme, ella me abrazó y como si las estrellas la reclamaran, desapareció en el aire dejando un extraño polvo, polvo de diamantes. Me puse en marcha pues sabía que tenía que hacer, sabía quien era y quien estaba allí, a mi lado. Regresé para no irme nunca, para ser cada día más fuerte, volví como aquel rey vagabundo que se levanta con la mirada puesta en la gloria, como queriendo repetir el pasado, como si su energía fuera otra vez la de aquel joven victorioso. Todos aquellos compañeros y aquellos que deseaban mi fin cercano, me observaron como aquel niño que ve el levantar de un hombre en ruinas y sin fuerza alguna, un hombre capaz de todo. Volvió aquella energía y con ella, mis días gloriosos. 


Fdo. Cuervo Blanco




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