3:00 a.m.

Son las 3:00 a.m, otra noche más mirando a las estrellas subido a la azotea, esta es la situación. Triste, vagabundo de alma, huérfano de mente, aquella noche dejó volar la imaginación. Soñó con un mundo en el que la libertad no tenía precio. Soñó que la sonrisa era un tic, saldría de forma natural y todos entenderían el por qué. Un mundo donde ser feliz no sea una falta de respeto. Donde una risa más alta que el sonido de un martillo golpeando el hierro fuera motivo de malas miradas. Un mundo donde trabajar duro y disfrutar al máximo sean compatibles. Un mundo donde no existan peros, donde no existan pensamientos negativos, malas noticias. Soñó un mundo en el que el pobre tendría pan que llevarse a la boca. Un mundo en el que no se pagara a nadie por dar una patada a un balón. Un mundo en el que el rico diera de comer al pobre sin ninguna obligación, ni interés, y con todo el amor del mundo. Un mundo donde los prejuicios y mentiras fueran delito. Donde los amigos digan todas las verdades y no se reservaran un tanto por ciento por si acaso. Un mundo en el cual quien ha cometido un error lo reconozca y la palabra perdón sea tan frecuente como un buenos días. Un mundo en el cual se enseñe toda la verdad acerca de todo lo que se enseñe y en las escuelas enseñen el arte de amar sin recibir nada a cambio. Un mundo en que profesores y alumnos tengan misma opinión, sin ser ninguno superior o inferior. Donde los libros de historia se cambie la historia. Donde se escriban libros sobre las maravillosas historias reales de personas y que se enseñaran en las escuelas. Un mundo donde un beso valga más que un mercedes, un abrazo más que un rolex. Un mundo en el las cartas entre enamorados no sea una estupidez, ni de ser menos que los demás, pues no hace mucho tiempo era el único método de comunicación. Donde un te quiero no sea respondido con un "yo también" mecánico. Un mundo donde se condenara aquellos que todos los días matan a personas virtualmente mientras su odio crece y su mundo se hace cada vez más pequeño. Donde aquellas grandes compañías de videojuegos no crearan pequeños soldados. Donde un niño no supiera antes que es un ak-47 que una sencilla suma. Un mundo donde el odio se tratara como una enfermedad y no un defecto. Donde el acoso escolar fuera castigado. Donde los profesores y directores escucharan a la víctima y pusieran medios. Donde los padres no compraran tecnología para sus hijos dejando aparte la comunicación verbal y física. Un mundo donde se creyera todo lo que se dijera y todo lo que se dijera, se hiciera.
Vuelta a la realidad, un silencio ruidoso inunda la ciudad, sirenas de ambulancia se escuchan de fondo, vecinos gritando, vecinos llorando, vecinos riendo, una noche mágica, como todas las noches en aquella azotea. Deja de imaginar y piensa en todo aquello ocurrido, ella decidió marcharse sin avisar, un día cualquiera su amor se apagó como la llama de una vela. Sin ningún motivo, decidió que su particular juego acabara. Pensó en todos aquellos a los que llamaba amigos, en todo el daño que causaron en él por su buen corazón. Todas esas traiciones, todas esas mentiras. Pensó en lo que soñaba de pequeño. Él soñaba que de mayor sería payaso, sí, payaso, en clase se reían "¿De verdad quieres ser payaso?" a lo que aquel respondió, "me encanta hacer reír a las personas, hacerlas felices."
Pensó que en cierta parte cumplió ese sueño, lleva toda la vida haciendo reír a los demás, creando felicidad allá por donde va. Se rió mil veces de sus defectos con tal de que los demás soltaran una carcajada, se hizo el loco, el tonto, pero con un objetivo claro. Siempre fue así, un chico bueno y feliz. Y sigue siéndolo, pero esta vida esta llena de etapas, y hubo personas que se rieron de él, personas que lo consideraban tonto, loco, pero nada de eso, él podría superar con creces cualquier virtud del que le criticaba, pero prefería callarse. Era valiente, pues se necesita valentía para ir por el mundo sin una máscara, sin una doble vida, sin falsedades ni puñaladas por detrás. Sincero, humilde, bondadoso, real. Estaba en una etapa en la que siendo el mismo debía sacar aquel gato negro que llevamos dentro, aquel escudo protector que ahuyente a las fieras.
Girándose al gato negro que cada noche estaba apoyado en un borde, le miró, mirada penetrante, ojos color miel intenso, asustaba pero a la vez atraía. Pensó una última vez en la vida de aquel gato negro. Los gatos negros son iguales a los demás gatos, para mi gusto son diferentes, cada uno diferente de otro pese a tener el mismo color del pelaje, Son únicos pero les arrastra una historia de prejuicios. Brujas, magos, cuestión de suerte, actos puntuales que los han marcado durante toda la vida. La gente teme ver un gato negro por la noche por la sencilla razón de que dan mala suerte, otros les temen las 24 horas ya que antaño fueron mascotas de brujas. Por eso la mayoría de gatos abandonados son de pelaje negro, por miedo, por prejuicios del ser humano.
Curioso ¿verdad? El gato y él tenían muchas cosas en común, muchas cosas más de lo que él cree.
Quien sabe si aquel gato sube todas las noches en esa azotea, mira las estrellas y se imagina un mundo mejor, deja que su imaginación vuele, olvida el pasado y el doloroso presente.
Tenemos demasiado en común con aquellos seres pequeños, a veces asustan, pero puede que hasta el león más rugiente tenga el corazón más grande, a veces el ser más diminuto de los animales sea el más valiente y el más grande el más bueno y cobarde de todos. Ellos sufren de prejuicios, creo que hasta tienen la cualidad de reír, pero es algo tan maravilloso y tan sagrado que el ojo del ser humano no está preparado para verlo. Nos une un curioso lazo, un lazo que nadie se explica como sucede, pero sé que aquel gato y el chico aunque vivieran mundos distintos, les unían vidas paralelas.
Es tarde, quedan dos horas para empezar a trabajar, mañana será un nuevo día, otro día esperando aquel gato negro de su interior resurja de una vez por todas.


Fdo. Cuervo Blanco

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