40 Heridas en Cuarentena

¿Cuántas señales de SOS hace falta oír para poder escuchar tan sólo una? ¿Cuántas personas tenemos que conocer para entender a tan sólo una? ¿Por qué nos empeñamos en llevar una vida solitaria, donde nuestros mejores amigos son nuestros propios brazos agarrando un enorme escudo y una gran espada? ¿Por qué cada día se convierte en una batalla entre el mundo y nosotros? 

Este viejo mundo se vuelve cada día más moderno, cada paso que da, son cien pasos de los de antes. Pero de algo no tengo duda y es que nos estamos perdiendo. Si, hemos conseguido erradicar muchas enfermedades, hemos creado naves que son capaces de explorar otros mundos, hemos fabricado dispositivos que nos conectan a otras personas de otros países en cuestión de segundos. Hemos avanzado tanto que parece un verdadero milagro todo lo que hemos conseguido. Pero entre nuestros sueños por tenerlo todo y alcanzar la Luna nos hemos perdido a nosotros mismos, lo que define a un ser humano. 

Somos la punta de metal de esa peonza que gira a tanta velocidad que quema cuando la cogemos. Ardemos por dentro, nunca descansamos del todo, ya no soñamos, dormimos como si fuera una especie de trabajo. La edad moderna ha llegado y ha congelado nuestros corazones. Hemos intercambiado sentimientos por posesiones banales como si de un juego de cartas se tratara. ¿Dónde están los "Te Quiero" verdaderos, esos que no teníamos miedo a decir? ¿Dónde están los abrazos sinceros que por "falta de tiempo" o por "cansancio" se nos olvida dar? La tecnología nos robó aquellas cenas románticas. Nos robó las locuras que hacíamos de pequeños. Nos han robado hasta todas las heridas y todas las manchas que producíamos de adolescentes cuando jugábamos entre los amigos. Nos ha robado el amor de unos padres hacía sus hijos, ahora los niños llamaran mamá y papá a un teléfono. Nos ha robado todo lo que somos, avanzamos, si, pero retrocedemos. Nos estamos apagando y la visión que tuvieron muchos sobre que el mundo sería gobernado por robots inteligentes, es cierta pero no iban a ser autómatas de chapa, íbamos a ser nosotros mismos. 

Ya la gente no quiere conocer nuevas historias, parece que vamos por dos carriles que nunca se cruzan, a veces ni nos miramos. Somos vehículos de este sistema. Estamos solos, poca esperanza queda ya, por más que escribimos, por más que nos ausentamos, por más bengalas que lancemos al cielo oscuro de este mundo, nadie lo ve. Echo de menos un "¿estás bien?" o un "¿cuéntame qué pasa por tu cabeza?". Intentamos abrirnos con el riesgo que eso supone, pero nadie quiere vernos, ni escucharnos. La gente no va con los ojos tapados, no... La gente tiene un espejo delante suya que le impide ver a los demás, sólo se ven así mismos. Incluso cuando quieren ayudar a alguien, se están viendo así mismos para poner la mejor cara ante la cámara de la reputación y de las medallas. Estos mismos no tienen tapones en los oídos, para nada. Tienen dos cascos donde se están escuchando constantemente a si mismos, sólo escuchan su voz y la de nadie más, no les interesa ya. En la boca llevan una enorme bola de guiones y palabras bien seleccionadas y nada sinceras para caer bien a todo el mundo sin decantase para ningún lado que vomitan sin compasión. Y ¿la nariz? Simplemente no les funciona pues hace tiempo que no huelen la basura de su alma. 

En estos días de cuarentena aquellas heridas florecen, porque en su día no fuimos capaces de arrancar de raíz. Crecen como Secuoyas para comunicarse con nosotros, para mirarnos a los ojos y contarnos lecciones, para recordarnos todo lo que hemos pasado y comunicarnos que la heridas no se arrancan de raíz, no podemos arrancar páginas de un libro porque no nos gusten porque esas páginas son absolutamente necesarias para llegar al final de la historia. 

Aunque nos fallen los amigos, la familia, las fuerzas, aunque nos falle todo en este mundo, jamás estaremos solos. No seamos vehículos, saltémonos las normas, choquemos con la persona que viaja en el "carril" de al lado, eliminemos el espejo de nuestros ojos, quitémonos la música de nuestra propia voz para poder escuchar la preciosa voz de un ser humano desconocido. Escupamos ese asqueroso guion que ata nuestra lengua y nuestra mente, dejemos volar a nuestra lengua, quitémosle las cadenas a nuestra mente. Saquemos la basura de nuestra alma para poder oler de una vez la limpieza y pureza de nuestro propio ser. Amemos a los demás como antiguamente antes de que este mundo se enfriara. Escuchemos aquellas historias que desean ser contadas. Acudamos al SOS de un alma perdida tan rápido como podamos, tan rápido que la fuerza de nuestra velocidad ahuyente los fantasmas que atormentan a esa persona. 

Somos simplemente personas, no somos naves, no somos medicamentos, no somos tecnología, somos amor y gracias al amor hemos creado todo tipo de inventos pero debemos parar y meditar para rescatar a nuestro verdadero yo. Haciendo esto tal vez y sólo tal vez podamos volver a ser llamados Seres Humanos.  


Firmado Cuervo Blanco


Comentarios

Entradas populares