Disparos al corazón

Es increíble como cuando llega una nueva época, todo cambia de color, del vivo verano, al solitario otoño, es como si todos los objetos perdieran pigmentos, como si alguien desde lo lejos los fuera eliminando. Todo cambia, miles de hojas cubren un gran paseo junto a un río viejo, un parque donde los niños solían jugar, ahora oxidado y descuidado, una pareja anciana observa un punto fijo en el paseo, parece que analizan cada detalle, como si sus ojos fueran capaces de transformar el arruinado y viejo paseo, en aquel paseo lleno de personas felices, aquel río rebosante de vida e ilusión, aquel parque atestado de niños. Como es el ser humano, abandonamos lo que un día nos hizo plenamente felices, dejamos atrás las risas, los te quieros, los nunca me iré, dejamos atrás personas llenas de vida, y olvidamos a quemarropa. No conservamos un presente, siempre pensamos en el futuro haciendo que el presente sea un pasado relativo en el tiempo, por eso abandonamos el presente y todo lo que hay en él mientras creamos estructuras de aire en la realidad.

Os contaré la historia de un chico, que no tuvo fácil olvidarse de todo, tardó años en despegarse aquellas muestras de cariño de su piel, despegarse aquel pintalabios rojo que ella siempre usaba, despegarse de aquellas noches sin dormir, de esos abrazos que duraban horas, de aquellos disparos al corazón llamados, de las lágrimas al despedirse, de miradas que penetraban hasta la parte más profunda de nuestra memoria, para allí residir eternamente, como una caja negra, podrán destruir el resto, quemarlo, inundarlo, golpearlo, pero la caja negra seguirá intacta.
Un día, aquel chico, absolutamente perdido, sin presente ni futuro, con la única referencia de su vida, el pasado, salió a caminar una tarde de otoño con sus amigos en esa época, animado estaba resuelto a afrontar todo lo que se le presentara, aquella tarde descubrió que todo lo podía con el esfuerzo necesario y una gran porción de amor en la base. Y en ese momento, una asombrosa chica estaba parada en la plaza junto a sus amigos, era increíble, parecía hecha a medida, pero este chico en lo único en lo que se fijó fue en su gran sonrisa, era como esa luz al final del túnel, radiante, parecía sacada de un sueño, pero el estaba fuera, alejado de aquella sonrisa, simplemente observaba, observaba con una media sonrisa, con el cuerpo dormido pero el cerebro trabajando cada detalle, hasta que un amigo cariñosamente le dio un empujón para espabilarlo y diciéndole que ya habrá muchas como ellas, e invitándole a irse con el resto de sus compañeros. Pero él sabía que como esa chica no había ninguna, ninguna que le hubiera adormecido en un instante su frío cuerpo, y no se quedó de brazos cruzados, ¿qué hizo? Lo que un caballero, una persona que no se conforma con la opinión de los demás, y sí, la buscó, pero no de la forma que todos creen, no fue por el camino recto, o por el atajo, dio miles de vueltas, bordeando siempre el sendero. Amplió tanto su círculo de amistades que llegó hasta el punto exacto donde debía estar, después de un largo año, aquel día en que pudo intercambiar algo más que una mirada tímida e inocente lo recordaría siempre. Mientras esperaba a los demás en un banco, no se porque se le ocurrió la genial idea de bostezar sin taparse la boca y ¿sabéis quién llegó en ese momento? Ella, un momento vergonzosamente gracioso, ellos se rieron y esperaron en el banco a los demás. No creía lo que estaba ocurriendo, la tenía al lado, esta vez estaba dentro, tímidos los dos fueron capaces de dialogar durante un corto espacio de tiempo hasta que llegaron los demás. Usaron el lenguaje de las miradas, pues ella le miraba como él la miraba a ella. Cuando todos se iban a ir a sus casas, él necesitaba tener algún tipo de contacto con ella, pero la timidez le apretaba, así que decidido se dio la vuelta y cuando ella ya se iba, y le pidió el número de teléfono, ella encantada y risueña le dio el número.
A medida que pasaba el tiempo, su amistad crecía, mucho, muy rápido, tantas noches mirando al techo como si este nos fuera a dar una respuesta a modo de imágenes proyectadas. Cierto día una gran amiga de él, le contó que ella estuvo saliendo hace unos meses con un chico, mientras hablaba sin parar con el protagonista de esta historia, haciéndole ilusiones que con esa noticia parecieron ilusiones falsas y una amistad interesada. Él le comentó a ella la noticia, y ella lo negó, lo negó rotundamente al decirle "tú siempre has estado en mí", en ese momento todo empezó de cero, otra etapa, sin haberse dado cuenta empezaron a vivir el sueño de una fría tarde de otoño, aquella chica que le dio esa noticia parece ser que se confundió de nombre y no era ella quien estuvo con aquel chico. Todo era tan increíble, todo salía bien, ella estaba a su lado y no podía pedir nada más, recuerdo que me contó una historia en la playa. Un verano él estaba con la familia y amigos en la playa, y un domingo ella se presentó allí, con su familia. Quedaron en la playa, y él le dijo a ella, ¿esto es real? Más tarde fueron a dar un paseo por la playa, las sonrisas eran constantes, se miraban sin parar, ella le quitó la gorra que había comprado en un puesto y se la puso, jugaron y se divirtieron, cada sonrisa, cada detalle era una forma más de amar, un aumento de enamoramiento, era una maravillosa imagen la de estos dos chicos.
Comieron en su casa de la playa, hasta que llegó la tarde y él tuvo que marchar. Los dos se fueron a la entrada de la casa un momento para despedirse, y él sin saber como, empezó a llorar, como aquel hombre que marcha a la guerra después de haber vivido felizmente. Lloraba porque sabía que algo así era muy difícil de repetir, había sido algo increíble, un sueño, ella estaba ahí y nada podía cambiar eso, la ilusión y las ganas de volver a verla aún teniéndola enfrente. Ella le tranquilizaba mientras le dio un abrazo que duro minutos, muchos minutos pues ninguno de los dos quería irse, no quería que acabara ese día. Sentía una pena abismal dentro de él que le duró una semana. Sentía como si le hubieran arrancado el corazón, ese trámite que habita en el enamoramiento, ese paso.
Después de eso, él siguió demostrando lo mucho que la quería, cada día le escribía cuanto le quería, y muy frecuentemente escribía cartas de amor sin mencionarla, indirectamente, hablando del amor, metáforas, miles de historias dirigidas todas a ella. Aquel colgante con tanto cariño que le regaló, ese trofeo a la "mejor amiga", ese cuadro, esa rosa, esa chocolatina, aquel viaje que hicieron juntos, aquellas muestras de cariño constantes. Se pasaba el día buscando las diferentes maneras de demostrarle a ella cuánto la amaba, y sí aquel techo empezó a dar respuestas, miles de ideas pasaban como una película, él y ella juntos. Nunca he conocido a nadie que amara tanto a una persona, ni he conocido un amor tan profundo, aparentemente tan frágil, pero su interior era fuerte y sensible.
Me hubiera encantado que hubiera acabado la historia con un "fueron felices, fin" pero no chicos, esta historia no es eterna, tenía fecha y hora de cierre. Empezaron los detalles feos, las discusiones, las malas caras y los silencios incómodos. El chico ya no sabía que más hacer, si lo daba todo, ¿qué había cambiado? ¿Se habría cansado ella de él? ¿Cómo te puedes cansar de alguien que te ofrece su vida entera, capaz de regalarte su corazón, todo lo que habita en él...? Una vez más estaba dentro, pero a la vez estaba fuera, ya no se miraban igual, las muestras de cariño empezaron a disminuir, ya no escribía, y no tenía ganas ya de hablarse. Sin saber como todo empezó a apagarse, su luz se volvió oscura, y ya no reía como siempre, no era ella, o al menos aquella chica de la que se enamoró. Una vez más perdido, vagando por la calle, buscando respuestas, pero esta vez no había respuestas. La quería tanto... y ella no lo valoró, se cansó de amar, le apartó mientras otros parecían ejercer el papel que él había luchado, aquello por lo que removió tierra y mar, hasta encontrarla sin descanso. Todo pasó de la noche a la mañana, de ser un sueño a un pesadilla rutinaria.
Triste ¿verdad? Pero lo más triste fue lo que pasó aquella tarde. Estaba decidido para hablar con ella, arreglar las cosas, que todo fuera como antes, y quería verla, en persona, pero ella puso excusas tontas, peluquería, salida con los padres, estudios, parecía como si no quisiera arreglar nada y él no estaba dispuesto a no hablar en persona, pero tristemente mediante un engaño tuvo que llamarla, acabaron hablando de todo, todo lo que había ocurrido, aunque ya lo habían hablado anteriormente pero esta vez él estaba enfrente del ultimátum mientras ella al otro lado de la línea telefónica lloraba sin parar porque sabía que sus excusas y su negativa a cambiar las cosas le mandarían hasta el final de la historia, como leer el final de un libro sin haberlo empezado. Cuando ella empezó a llorar, a él se le rompió algo dentro de su ser, quedó paralizado mientras las lágrimas le caían por su congelada cara. Ella no quiso cambiar nada, no reconoció nada, como si un ataque de orgullo se hubiera apoderado de ella, como si hablara con un extraño. Él no quería que todo acabase pero lo más sensato es que aquella historia descansara, ella quería que se acabase pero lloraba como si no quisiera, cosa que le dolía a él. Tal vez la chica de la que se enamoró era simplemente un papel, era otra persona, o un disfraz. Al final él le dijo que todo lo que habían vivido, tal y como lo conocían, se había acabado,que por el bien de los dos, todo debía de terminarse. En ese momento respondió que se tenía que ir a cenar, mientras lloraba desconsoladamente, le decía que tenía que ir a cenar, esa fue su respuesta, su única y concluyente respuesta. Antes de colgar una frase le salió de dentro al chico, diciéndole "no te vayas, por favor..." Entonces ella se fue para siempre, sin responder a la última frase, simplemente dijo adiós.
Se formó en él una herida muy fuerte y gruesa, una herida que tardó en sanar. Volvieron aquellas noches sin dormir pero esta vez buscando las diferentes maneras de olvidar a una persona que ha amado más que a su propia vida. Un largo tiempo más tarde, la mejor amiga de él murió, tristemente murió, una gran persona, su gran apoyo se fue. Mientras él estaba trabajando se enteró de la noticia, cuando todo parecía que se había calmado, cuando empezó a ser capaz de olvidarla... A pesar de todo pasaron los días, y aquella chica del pasado sabiendo que era la mejor amiga de él, no fue capaz de mandar un sencillo mensaje de ánimo, conocía a su mejor amiga pero no se presento en el tanatorio ni en el funeral, aquello le dolió y empezó a recordar de nuevo todas las historias, pero esta vez no se entristeció pues se dio cuenta después de tanto tiempo que no era ella, no era ella la persona con la que debía pasar el resto de su vida, y así lo asumió, olvidándola para siempre, guardando esos recuerdos, esas historias en un cajón, el de las lecciones aprendidas. Al final esas explosiones de sentimientos, calor y frío, amor y odio, felicidad y tristeza, son las verdaderas bases de la vida porque si nadie ha pasado jamás por el frío, el calor nunca podrá cubrirlo. Caer y levantarnos, de eso se trata.

FIN


(Dibujo realizado por Sara Herranz)


Fdo. Cuervo Blanco






Comentarios

  1. Muy real, muy doloroso ese sentimiento que describes de no entender el cambio en una persona y ver que esa actitud araña dentro....y es que el amor es una tómbola...buscamos, encontramos, abandonamos...me has hecho pensar!!!!!! Un abrazo Cuervo Blanco!

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    1. Muchas gracias, me alegra que te haya hecho pensar, un abrazo! ;)

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